COP30, objetivos climáticos y el sector privado

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La COP30 ya ha comenzado. Aunque la fecha oficial es del 10 al 21 de noviembre, las negociaciones y rondas previas son tan importantes como el propio periodo de la Conferencia. André Corrêa do Lago, Presidente de la Conferencia, publicó hace unos días una carta en la que pide a las naciones que trabajen juntas por el clima y vuelvan a poner la ciencia sobre la mesa en el evento que conmemora los 20 años del Protocolo de Kioto y los 10 del Acuerdo de París. El texto llama la atención sobre la necesidad de tomar decisiones técnicas eficaces, destaca la integración entre transición climática y tecnología e invita a la comunidad internacional a un esfuerzo global de cooperación entre los pueblos para avanzar en la agenda de descarbonización.

Otro punto destacado es la revisión de las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC, por sus siglas en inglés). Según lo establecido en el Acuerdo de París, los países acordaron presentar nuevas y más ambiciosas NDCs cada cinco años, y la COP30 de Belém tendrá lugar en uno de estos ciclos. Será el momento de evaluar quién está realmente «haciendo sus deberes». Las NDCs orientan la contribución de cada país a los objetivos del Acuerdo de París a través de compromisos voluntarios de reducción de emisiones. En la práctica, transforman los acuerdos globales en objetivos y medidas que, además de la descarbonización, pueden incluir acciones de adaptación a los impactos del cambio climático e informar sobre las inversiones necesarias para alcanzar los compromisos. Las Contribuciones también ayudan en la búsqueda de apoyo político para reforzar la acción climática.

En la fecha límite acordada para presentar objetivos, febrero de 2025, solo 13 de los 195 firmantes del Acuerdo de París habían presentado nuevas NDCs, es decir, el 93% de los países no había presentado ninguna actualización en el plazo previsto, según un estudio del Observatório do Clima. Detrás de este retraso pueden estar cuestiones como el desgaste del discurso climático debido al delicado contexto geopolítico, que desvía la atención de la agenda climática y hace que los países sean más conservadores a la hora de fijar objetivos, pero también pueden estar implicados otros factores.

El proceso de definición de una NDC no es sencillo. Implica la participación de diversos agentes, esfuerzos multisectoriales y requiere la aprobación de los organismos nacionales de control. En el caso de Brasil, que estuvo entre los países que presentaron la NDC a tiempo, el compromiso tuvo que ser votado en el Congreso, en un contexto altamente polarizado. La nueva NDC de Brasil fue presentada con anticipación, en noviembre de 2024, y establece el objetivo de reducir las emisiones netas del país entre un 59% y un 67% hasta 2035, en comparación con los niveles de 2005. Esto equivale a reducir entre 850 millones y 1.050 millones de toneladas de CO₂ equivalente en términos absolutos.

Esta información no sólo es importante para los gobiernos. Para el sector privado, las NDCs actúan como una guía, indicando los procesos, sectores y actividades que representan las principales fuentes de emisiones y que deben ser el foco de las acciones de descarbonización. A modo de ejemplo, el sector energético y los procesos industriales son los mayores emisores a nivel mundial, pero en Brasil, que cuenta con una importante matriz de energías renovables, las principales emisiones están relacionadas con el uso del suelo y la deforestación. Además, es responsabilidad de los países proporcionar los instrumentos y las políticas necesarias para hacer posible esta transformación. Un ejemplo es la Ley 15.042, aprobada en 2024, que creó el Sistema Brasileño de Comercio de Emisiones de Gases de Efecto Invernadero (SBCE).

A pesar de todos los esfuerzos, sabemos que las emisiones mundiales no están disminuyendo a la velocidad y en la escala necesarias para evitar el agravamiento de la crisis climática y sus repercusiones sociales, medioambientales y económicas. A modo de ejemplo, un informe del National Bureau of Economic Research (NBER por sus siglas en inglés) apunta a una caída del 12% del PIB mundial por cada 1°C de aumento de la temperatura de la Tierra. A este escenario hay que añadir que los modelos climáticos de los que disponemos ya están desfasados debido al calentamiento de 1,5°C detectado en algunas fechas de 2024. Por lo tanto, el tono de la COP de Belem deberá ser de menos promesas y más acción en cuestiones como la financiación de la acción climática y las medidas de adaptación. Además, hay expectativas de que el phase out de los combustibles fósiles vuelva a la agenda, un punto que quedó fuera de las dos últimas ediciones de la COP, pero que volvió a ser señalado por la ministra brasileña de Medio Ambiente y Cambio Climático, Marina Silva, en un evento en la capital federal, Brasilia.

Lauro Marins
Head de Soluciones Digitales y Consultoría en WayCarbon |  + posts

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