Adaptación climática: la urgencia que gana terreno en la COP30 

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En los últimos años, la adaptación al cambio climático no ha sido el tema central de las Conferencias de las Partes (COPs). Sin embargo, se espera que esta situación cambie en la COP30, que se celebrará en Belém (Brasil) en noviembre. El motivo es claro: el calentamiento global por encima de 1,5 °C y la intensificación de los fenómenos climáticos extremos están ocurriendo más rápido de lo que preveían los modelos climáticos. 

Las inundaciones en el estado brasileño de Rio Grande do Sul en 2024 son un ejemplo emblemático. Los impactos sociales, económicos y ambientales fueron devastadores. Y este no fue un caso aislado. Según una encuesta de Fecomercio-SP, seis de cada 10 empresas de São Paulo informaron haber sido afectadas por los efectos adversos del cambio climático en 2024. 

Además de los daños inmediatos, existen riesgos crecientes para la seguridad alimentaria. Un estudio reciente publicado en la revista Nature señala que cultivos esenciales como el maíz, la soja, el arroz, el trigo y la yuca pueden sufrir pérdidas significativas a finales de este siglo. Se estima una reducción de hasta 120 calorías por persona y día por cada 1 °C de aumento de la temperatura media de la Tierra, un dato alarmante que pone de manifiesto el impacto directo sobre las poblaciones y las cadenas productivas de todo el mundo. 

Aunque las medidas de mitigación —relacionadas con la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero— siguen siendo fundamentales, la situación actual exige que los gobiernos y las empresas también den prioridad a las estrategias de adaptación. Esto significa implementar medidas que reduzcan la vulnerabilidad de los sistemas naturales y humanos a los efectos ya visibles de la crisis climática, como el desarrollo de una infraestructura urbana resiliente, sistemas de alerta temprana más eficientes y prácticas agrícolas adaptadas a las nuevas condiciones climáticas. 

Para que estos esfuerzos se lleven a cabo de manera eficaz, existen algunos retos, y la financiación de los proyectos de adaptación es el más abordado, sobre todo cuando hablamos de los países en desarrollo. Y es lógico que sea así. Los actores de la agenda climática han buscado vías, a pesar de los impasses sobre quién paga la factura, a través de mecanismos globales como el Fondo de Pérdidas y Daños.

Indicadores de adaptación climática

Pero me gustaría llamar la atención sobre otro punto esencial: la dificultad de desarrollar indicadores de adaptación. Los indicadores son importantes porque aportan estandarización y permiten supervisar el progreso de los planes y objetivos. A diferencia de las emisiones de gases de efecto invernadero, que son más fáciles de contabilizar y tienen soluciones que pueden replicarse a nivel mundial, las medidas de adaptación son más específicas y tienen un carácter más local, lo que dificulta su medición y escalabilidad. 

Con el fin de abordar esta cuestión, en el Acuerdo de París de 2015 se estableció el Global Goal on Adaptation (GGA), centrado en la promoción de medidas de adaptación más eficaces, mensurables y supervisables, que abarcan tanto al sector público como al privado. Para ponerlo en práctica, se instituyó el UAE-Belém Work Programme, cuyo objetivo es desarrollar indicadores y metodologías para medir las metas establecidas en el GGA. Se espera que el Programa avance en la COP30, con la definición de hasta 100 indicadores que señalarán el progreso de las acciones de adaptación a diferentes escalas. 

Otra iniciativa destacada que debe abordarse en la COP30 es AdaptaCidades, lanzada en febrero de 2025 por el Ministerio de Medio Ambiente y Cambio Climático (MMA), con el apoyo de los Ministerios de Ciencia, Tecnología e Innovación y de Ciudades de Brasil. El programa busca fortalecer las políticas de adaptación y resiliencia climática, promoviendo la integración y la articulación entre los gobiernos a nivel nacional y local. 

Cabe recordar que la agenda de adaptación no es responsabilidad exclusiva de los gobiernos. Las empresas, las instituciones financieras y otras entidades privadas desempeñan un papel fundamental en la gestión de los riesgos climáticos, la financiación de proyectos y el desarrollo de soluciones innovadoras. Al actuar, protegen simultáneamente sus activos, a las personas y al medio ambiente. 

Tras años en los que la mitigación y la adaptación se trataban como agendas separadas, la COP30 promete un enfoque más integrado. Las cartas del Presidente de la COP30, André Corrêa do Lago, ya apuntan a este cambio de postura, promoviendo una visión práctica y colaborativa entre las Partes con respecto a ambos temas. 

Para hacer frente a la crisis climática de manera estructurada y justa, es esencial que los temas y los actores públicos y privados se unan en las rondas de negociación. La adaptación finalmente comienza a ocupar el lugar que merece. 

Melina Amoni
Gerente de Riesgos Climáticos y Adaptación en WayCarbon |  + posts

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